Desde la penumbra, desde
la oscuridad y su estar a salvo. Con la seguridad de estar entre las
sombras, acechaba a su próxima víctima. Era aleatoria. El mismo
modus operandi, distintas víctimas, diferentes perfiles. Hombres y
mujeres, sin la misma estatura, sin la misma complexión, ni siquiera
parecidos. No era para ser evitado como Asesino en Serie, no era por
difuminar las investigaciones policiales. Era otra forma de hacer las
cosas. Azarosas.
La pregunta es: ¿Por qué
cada vez que sucedía amanecía yo con las manos ensangrentadas y la
consiguiente mancha entre mis sábanas? Aún sigo sin comprender ni
recordar nada de los hechos. Y después, aún con mis sospechas,
nunca encontré arma alguna en mis aposentos.
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