Su visión era de lo más potente y
así, ocho ojos decían lo mismo. “Creo que se te ha curvado la seda de esa
rectilínea figura”. Había algo que no encajaba para terminar la tela de
araña que estaba disponiendo, y no era porque no fuera perfecta en su forma. En
verdad, no sabía lo que la intranquilizaba a la hora de volver a pasear por
ella. Sabía que era consistente y que podría aguantar las inclemencias del
tiempo, porque se había asegurado también de aislarla en un lugar oscuro y
protegido de las lluvias.
Pasaba un mosquito por allí y se
posó en una piedra cercana. No era tan tonto de caer así como así en una tela
de araña. El arácnido volvió la cabeza junto a sus ocho patas al oír un zumbido
que se paraba y miró hacia el mosquito. Creyendo que éste se iba a asustar,
emitió un bufido, mas al mosquito poco le importó. Y comenzó a hablar:
- -
La veo preocupada, señora araña. ¿Qué es lo que
amedrenta tus neuronas?
-
- Creo que hay algo que no está bien de mi tela de
araña y mis patas se estremecen.
-
- Yo la veo perfecta. Si fuera otro, ya habría
caído en esa red.
-
- Le falta algo, lo sé. Intento averiguarlo.
-
- ¿Tiene alma? La arquitectura sin alma no nos
dice nada.
- -
¿Y cómo hago eso?
-
- Espera un momento.
El mosquito salió por donde vino.
La araña esperó. Poco tiempo después, aparecieron más de veinte mosquitos como
acompañantes del primero. Se posaron al unísono y empezaron a hacer vibrar sus
cuerpos, emitiendo un zumbido mucho más potente.
Era estrambótico, estridente,
pero, poco a poco, se fue suavizando, convirtiéndose en una melodía ecuánime.
Las patas de la araña dejaron de temblar y dejaron paso a un ir y venir de sus
patas. Bailó y bailó mientras haciendo que sus ocho patas rebosarán de alegría
y mientras sus pasos iban trayendo consigo una amplia reconversión de su
sonrisa.
El zumbido paró. La araña era
feliz y había disfrutado de su propia tela de araña. Ahora sí tenía alma y se
sentía muy agradecida de su nueva casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario