El intercomunicador sonaba de manera estrepitosa …
Bip, bip,
bip... Bip, bip, bip...
Se levantó y cogió el auricular con desgana, casi
despectivamente. Las fases de aburrimiento en aquel trabajo eran más que largas
y no esperaba nada de acción. De todas formas, pensó, “por fin, alguien al otro lado”.
Entre interferencias, puesto que el intercomunicador
también se encontraba desfasado y remilgaba de sus funciones, se oyó una voz
familiar, que le reclamaba.
Intentó de todas las maneras posibles responder, mas
la conexión impedía cualquier tipo de comunicación. Aunque el timbre de voz le
llamaba cada vez con más fuerza.
Por fin, abrió los ojos y vio quién le llamaba, aunque
apenas pudo ver el bulto de su figura. El Bip, bip, bip provenía de la máquina
que le había mantenido con vida. Cables, cánulas y conexiones rodeaban su
cuerpo.
Del otro lado, una sonrisa y algo que creyó percibir
como lágrimas de alegría, le dieron más fuerza para poder comunicarse. Pronto,
se recuperaría.