sábado, 21 de junio de 2014

Vulneraria



No era época de buen clima, vientos y lluvias se hacían presentes a menudo. Ella estaba acostumbrada a la sequedad, al buen tiempo. No perdía su color rojizo, ni la apertura de su ilusión se desgranaba con facilidad. Su propio nombre la hacía parecer vulnerable, mas no lo era. De tallo fuerte y recio, aguantando vendavales que, para otras plantas, serían prácticamente mortales.

Aún así, se infundía a sí misma el convencimiento de que era pequeña, frágil o demasiado frágil a ciertos acontecimientos que parecían acontecer.

Una noche de tormenta, un rayo cayó, insensible, sobre un roble cercano. Le hizo daño, partió sus ramas y éstas cayeron al suelo. La cicatriz negra de su piel de escamas de madera duraría bastante tiempo hasta que se curase. Ella aguantó estoicamente a la tormenta, dándose cuenta de que su nombre podría estar equivocado. El roble, mucho más grande y fuerte que ella, sólo sobrevivió a un ataque feroz. También podría haber sido peor, puesto que el rayo no trajo con él las llamas que le podían haber hecho cenizas.

Puede, que, su propio tamaño fuera su gran fortaleza. Su corazón la hizo aguantar la tormenta, quizá, porque antes las adversidades, él es el que le hacía crecer y resplandecer.

sábado, 14 de junio de 2014

Sensaciones



Por una vez, noto como el Sol es quien me adora a mí. Recorre mi cuerpo, de milímetro en milímetro, con su cálido fragor, causando una profunda sensación de placidez. Mi piel empieza a sentir como pequeñas gotitas de humedad sudorosas se desplazan, despacio y sin detenerse. Abren la boca aspirando la brisa que atraviesan arena y mar, mientras yo empiezo a respirar su ambiente salino.

Poca ropa me cubre, mientras el calor y la humedad se van alojando en la epidermis porosa que cuida del interior de mi cuerpo, protegiéndolo.

Las plantas de mis pies aún tienen el recuerdo de sostenerse sobre terrenos de arena en polvo, de hecho ahora tienen su sabor por encima de ellos. Sólo incorporo el relax, solo transformando mi cerebro, provocando la pereza de las pequeñas neuronas que aún necesitaban actividad.

Las olas se encuentran jugando al gato y al ratón, pacíficamente unas veces, otras, agresivas, intentando hacerse con la brisa marina para sí mismas. Quieren que la bóveda celeste sea su amiga, que las trate de igual a igual.

Momentos, instantes, que se convierten en eternos, sin que el tiempo pase. El trabajo se pospone, debo alimentarme.