martes, 3 de diciembre de 2013

Desolación



Restos de bits extendidos por el suelo, que a su vez eran componentes de los bytes destruidos durante el ataque. Sus cadáveres descansaban sobre la Placa Madre y yo estaba paseando entre ellos. Saltaban chispas desde los circuitos en derredor.

Era un paisaje desolador, destruido sin saber porqué, ni el motivo, ni la causa, y seguía sin saber como arreglar el Apocalipsis producido, con lo que continuaba la andadura a través del Desierto Megahercio, en busca de una solución.

“¿Era un virus? ¿Era un fallo de tensión? ¿Era un hacker…?”
 
Estas eran las preguntas que cruzaba por mi cabeza, acelerando las neuronas y las descargas eléctricas que las ponían en contacto a las unas con las otras. Analizaba aquella situación y aún no podía asimilar los daños que llegaron hasta el Monte Procesador y la Laguna Gráfica.

Paré a sentarme encima de una ranura PCI para descansar de tan arduo viaje. 

Al hacerlo, recordé haberme puesto unos vaqueros que ahora no tenía y en su lugar se encontraba un pantalón color butano, amplio. Seguí recorriendo mi cuerpo y mi camiseta también había sido sustituida por un material similar.

El espanto llegó a mis ojos cuando ví lo que se encontraba en la mano diestra. Un arma de apertura sónica, que sólo había visto en los cómics. Hice la prueba. Apunté hacia el Monte Procesador y disparé. Fue lo último que hice. Era lo que mantenía el cielo sobre las cabezas de un mundo que ya no existía y mis bits se esparcieron por el suelo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La Moneda

La tiró hacia el aire impuro que reina aquí, desde que él llegó. Le hacía gracia el juego que había descubierto, y no parecía dispuesto a dejarlo. 

Ya hace un mes que salió de una alcantarilla y nadie ha podido dar una explicación racional sobre su aparición. Y yo era el culpable. Rendido, escondido en un cubo de basura.

La lanzaba al aire, una y otra vez. La balanceaba un poco, la recogía y la volvía a golpear hacia arriba. Y yo era el único culpable. Con grandes remordimientos, en mi maloliente zulo.

Cogió a Marian por la cabeza, la vecina de enfrente, se la arrancó y llevaba un rato lanzándola hacia el pequeño viento que corría esa mañana. Y todo, porque me había visto, aburrido, impulsando una moneda con el pulgar y jugueteando con ella. Sólo que aquel monstruo de tres metros de altura, y con terribles tentáculos, necesitaba un juguete con respecto a su tamaño.

¿Cómo lo cogiste?

-          ¿Cómo lo cogiste?
-          Al vuelo.
-          ¿Seguro? Si era un tren.
-          Por eso.
-          ¿Y eso te daba derecho a presentarte así? ¿Sucio de arriba abajo?
-          Al menos, he llegado. Quería verte.
-          Eres un enredo, como siempre.
-          Te quiero.
-          Y yo a ti.

Y el viaje de novios empezó de la mejor forma. Con un beso.

martes, 1 de octubre de 2013

Pintando Musarañas


Se le iba el santo al cielo. Siempre estaba buscando la inspiración. Nunca la encontraba. Triste situación para un artista de su categoría y el encargo que había recibido no era para dejarlo escapar. Ni por motivos personales ni económicos. Podrían solucionarse todos sus problemas.

Pero nada, que no venía. Que faltaba algo, que necesitaba un motivo que pintar. Debía cumplir lo prometido, pero las musas le habían abandonado. Salía a la calle a pasear, pero por más que andaba no encontraba ni quién ni cosa para su obra.

Obras son las que veía, zanjas, agujeros y otros desastres que podrían terminar en algo productivo. Encontraba a obreros que tenían encargos y objetivos. A él le venía grande lo segundo. Vallas aquí y allá, pero él no recibía la fuerza de los capataces.

El látigo que promueva su fuerza creativa hacía poco daño en sus costillas. Simples cosquillas. Poco más. 

Sentado en un banco en un parque, admira las musarañas de la vida que le rodean, a ver si hay algo que le ayude a concretar. Una niña le observa interesada, preguntándole: 

-          Señor, ¿qué le pasa?
-          A mí... nada.
-          Mmmmmm... ¿por qué los adultos siempre mentís?
-          Em... ¿por...?
-          Parece preocupado. Mi mamá tiene la misma mirada, a veces...
-          ¿Tanto se nota?
-          Sí... – saca una piruleta de su bolsillo y se la da. – Toma, me parece que te hace más falta que a mí.

La situación le hace gracia. Una niña acaba de alegrarle el día con una simple piruleta y se lo agradece. Igual que apareció, se va. Pero le ha dejado con una sonrisa, con una idea. No puede perder el tiempo. Ya sabe en lo que trabajar en su estudio. Los niños son así. Espontáneos. Igual que la inspiración.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Visión Nocturna II (Publicado 01-08-13)

Era de noche y caminaba por el bosque. Todo era oscuridad, pero necesitaba encontrar algo para poder cenar. Algo con lo que subsistir. También llevaba mi cántara de agua. Así que lo primero que hice fue dirigirme al manantial. Caminaba pensando que iba por lugar seguro. Conocía el camino aún a tientas.
 
Mi sorpresa llegó cuando la poca luz que había, me dejaba vislumbrar una sombra que salía del agua. Sus curvas eran de mujer, casi perfectas. Me acerqué con sigilo. Ví que era bella. Estaba desnuda. Pero ví algo extraño. Del final de su espalda salía un enorme rabo rojo, mientras algo asomaba por encima de su cabeza. Me miró de reojo. Me asusté. Salí corriendo. Se me cayó la cántara. Sonó con estruendo. Llegué a mi cabaña y cerré todo de un portazo. Me acurruqué en un rincón. 

Por encima de la mesa que tenía al lado, empezaron a aparecer algunas viandas. Como de la nada. Y en sus manos, había aparecido un pequeño papel. Lo abrió. Y ponía: "No temas. Adoro que los mortales tengan ocasión de verme, por eso me baño desnuda. Quiero sentir el placer de las mujeres cuando las desean. Esta noche tienes la cena preparada. Tu vergüenza me ha hecho sentir bien. Y es mi manera de agradecértelo."

De pronto, un golpe seco resuena en su cabeza, mientras está leyendo la nota. Le hace volver a su ser. Todos le están mirando. El que dirige la partida ha sido el causante del golpe, con un papel enrollado. Ahora recuerda que la partida iba de encuentros con hadas en la tierra de Frigor, cerca de las marismas. Él había caído dentro de una celda de castigo, porque su hada no era tal figura. Era una malvada diabla que lo había engatusado. Soñoliento aún, todos se impacientan con él: “¿Quieres tirar ya? Que ya has alargado la partida lo suficiente.

El Máster de la partida no hace más que golpear con las yemas de los dedos en la mesa, repicando constantemente. Y todos los demás están por hacer lo mismo.

Castigo I: Quedaba diminuto (Publicado 5-07-13)


Quedaba diminuto, escaso, pequeño, ante tal espectáculo. Desde los pies de tu cama, observaba cuán largas eran tus piernas, lo lejos que quedaban tu corazón, y aún más lejos tu cabeza. Era verano y dormías con poca ropa, tu piel aparecía por diferentes rincones. Aquel cuerpo provocaba sensualidad, gustaba de ser visto. Se lucía ante mi visión, delante de mis ojos.

Había entrado por la ventana, porque se me negaba el entrar por la puerta. Era mi rato predilecto, con lo poco que podía soñar, con lo máximo que podría acercarme en cualquier ocasión añadida.

Una burbuja había inmensa a tu alrededor, que te protegía, que hacía que hubiera un muro infranqueable, sólo quedaba la perspectiva desde los pies de tu cama. Una maldición me habían puesto, el sólo poder verte sin tocarte, y condenado estaba a visitarte a estas horas. Maldita la limosna que no le di una vez a aquella gitana. Sólo sé que te puedo prometer que buscaré como romper el hechizo.

Castigo II: Dentro de la Burbuja (Publicado 03-09-13)

De pronto, despertó. Un pequeño ruido es la causa de ello. En la cómoda, se había caído el marco de una fotografía. Una sombra se movía por la habitación y escapaba por la ventana. No alcanzó a ver si la reconocía, sólo la vio salir. Parecía que huía, casi no le dio tiempo a verla. O más bien, la sombra no se llegó a dejar ver. La oscuridad de la noche se la había tragado ya.
 
Ella se incorporó y sonó un cloc, duro y seco. Se había dado con algo. Algo le dolía, pero no conseguía ver aquello con lo que había chocado. Palpó y notó una especie de cristal. Siguió tocando y rodeaba por completo su cama. Una inmensa burbuja la había aprisionado. Empezó a dar golpes, y ruidos secos no paraban de llegar a sus oídos. Le retumbaban. Golpeó y golpeó, hasta que comprendió que era inútil, que no iba a poder salir de allí. No encontraba la salida. Nadie que la pudiera ayudar, alguien que pudiera extraer su cuerpo de su propia cama. Ni volver a colocar el marco en su sitio sería capaz.

Hasta el amanecer se mantuvo despierta y entonces, con la aparición del sol, aquella celda transparente empezó a derretirse, a convertirse en agua que caía sobre su espalda. Apenas lo notó. Ya había llorado lo suficiente.

Castigo III: Noche de Disfrute (Publicado 3-09-13)



Llevaba toda la noche en vela, pero no lo hacía a disgusto. Al contrario, no paraba de reírse una y otra vez. Había llegado el amanecer y casi tenía la mandíbula desencajada de tanto como disfrutaba. Allí, en su bola de cristal, estaba viendo la más divertida de las comedias.

Él intentando que ella no la viera mientras la observaba, el marco cayéndose y armando un ruido espantoso. Mientras él escapa por la ventana, ella despierta y desespera. 

Llora sobre la almohada. 

Es ese lloro lo que le hace a la gitana regodearse. Es lo que quería conseguir, el producto de su venganza. Darle a él donde más le dolía, le maldijo. Por insultarla, por despreciarla. Por haberla utilizado de despojo contra la tierra. Ahora él estará noctámbulo hasta que ella quiera. Sonríe. 

Con la llegada del alba, enciende un poco de incienso y se queda mirando los primeros rayos de sol. Se siente viva. Resplandeciente a pesar de su vejez.

Enigmas (Publicado 16-06-13)

Consiguió, por fin, deshacerse del candado, aquel pequeño, y a la vez, gran obstáculo, que impedía su paso hacia aquel entramado. Había podido entrar en aquella Iglesia. De prácticamente, tres pasos y dos zancadas, se sitúo en el centro, en la cruceta. Faltaban apenas dos minutos para las dos de la madrugada, contaba con poco tiempo. Impaciente, da vueltas en círculo, en el lugar que indicaba la profecía, donde descubriría el misterioso secreto, y que gracias a las enseñanzas de su maestro pudo descifrar.
Un minuto aún de espera le tenía en vilo. Descendían los segundos muy poco a poco, casi de manera exasperante. Cincuenta, cuarenta, treinta… Quince segundos y empiezan a caer pequeñas estrellitas de fuego hacia el suelo. Las indicaciones eran claras: En ese momento debía echar el aceite en aquellas losetas y vería el siguiente paso del enigma, y así lo hizo. Derramar el continente líquido de una pequeña botellita. Mientras tanto, sin que él se diera cuenta y esperando la aparición de aquel algo, una sombra le observa, mientras se va acercando hasta su posición.
Un haz de fuego empezaba a dibujar una silueta. Se acerca para intentar discernir qué era aquello, pero una mano toca su hombro, mientras había atisbado algunas letras que intentaba apuntar. Al darse la vuelta, sabía que el párroco le había descubierto. Lo que no sabía es que el puñal que le atraviesa el corazón, llevaba inscrito la estrella de David y el nombre de Lucifer, engalanado su empuñadura de esmeraldas. Mientras es arrastrado, agoniza, y sólo le queda ver, como su propia sangre rellena los huecos del mensaje oculto. El secreto ocupa su último pensamiento. Y él se lo lleva consigo.