viernes, 10 de abril de 2015

En la cueva



A la luz de las velas, en una cueva, en solitario reposaba su cuerpo. El Apocalipsis había llegado por fin, después de que su clarividencia la avisara de todo lo que iba a pasar. Era la observadora del mundo y nadie la creyó cuando estaba avisando de los peligros. 

Ahora ya no podía ver, no podía dirigirse a nadie. El mundo ya no era lo que era. La destrucción de la capa de ozono y la entrada de los rayos ultravioletas había calcinado a la población humana sin más posibilidad de resurrección. Era la única superviviente de aquellas civilizaciones perdidas, unas más desarrolladas que otras.

To be or not to be”, citaba en su cabeza a Hamlet, como un pensamiento permanente. Y empezó la transformación. Su cuerpo empezó a emanar luz por cada uno de los poros de su piel, tan fuerte que la consigue resquebrajar. Como una serpiente que cambia de piel, su transfiguración en la Diosa que era dejó paso a la eliminación de la última parte de humanidad que había en ella. 

Lo había intentado todo, mas sus mensajes fueron tomados como erróneos. Ahora ella sobreviviría. El cuerpo humano que la aprisionaba a la vida mundana, ya no estaba.