domingo, 2 de marzo de 2014

Whisky Doble



El Salón destilaba humo de tabaco puro. La espesa niebla decoraba las botellas que se situaban sobre las estanterías de detrás de la barra y el olor penetraba en todos los rincones de aquel antro. Con todo, se respiraba tranquilidad. Apenas había ruido de fondo y pocas personas estaban en aquel sitio. El camarero y un par de mesas alejadas tenían vida alojada en sus sillas.

Allí estaba yo sentado en una mesa, con un whisky doble encima de una servilleta, con el negativo de mis labios sobre su apertura, en el lado más cercano a mí, mis huellas dactilares sobre el cuerpo del vaso, apenas visibles a primera vista. Era todo lo que centraba mi atención en aquellos momentos, como saboreaban aquel licor mis papilas, como recorría ese irlandés mi gaznate.

Alcé la vista y dos sombras de negro atravesaron la puerta. Avanzaban deprisa, sus pies apenas tocaban el suelo. Se dirigían contra una de aquellas mesas que antes mencioné, mientras observé algo brillante entre los guantes negros que portaban aquellas sombras. Imaginé lo que era y lo que iban a hacer, un trabajo rápido. El objetivo estaba jugando a las cartas, con un puro humeante y riéndose a carcajadas.

Miré, por un momento, hacia el techo, donde había una lámpara de araña y activé el dispositivo. La inmensa lámpara cayó sobre los atacantes, hiriéndolos y dejándolos indefensos, pudiendo atraparlos con facilidad entre el camarero y los otros asistentes de la mesa contigua. 

Todo había salido a la perfección, desde la vigilancia, el cebo, la trampa y la captura. Hacía tiempo que estábamos detrás de aquellos mercenarios. No me hacía falta enseñar mi placa al camarero, también era de los nuestros. Ahora sí que podía disfrutar de mi whisky doble sin distracciones.


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