martes, 6 de enero de 2015

Una noche desgarrada



Sentía escalofríos por todo el cuerpo, la humedad de su piel se correspondía con el mismo líquido rojo que antes circulaba por sus venas y arterias, con menos presión, mas recorría cada poro por el que pasaba.

La noche había comenzado perfecta. Ahora no lo era tanto.

Sus fluidos iban cayendo sobre una palangana, mientras ella esperaba. Tenía los ojos desorbitados, relucientes, por el gran apetito que quería saciar. Se estaba revolviendo de placer, haciendo hambre.

Unos ojos atractivos, potentes, hipnóticos, y casi psicodélicos, enmarcados de la manera más perfecta posible y que hacían hace apenas unas horas, el deleite de sus deseos y esperanzas para aquella noche. Otra cuestión eran los colmillos que descubrió, y que fueron los que le desgarraron poco a poco.

Se acercó, le miró y le apuntó con el dedo, sin ser amenazador, sensual, casi con ternura y le susurró:" No tenías porque haber sido tú."

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