viernes, 27 de septiembre de 2013

Enigmas (Publicado 16-06-13)

Consiguió, por fin, deshacerse del candado, aquel pequeño, y a la vez, gran obstáculo, que impedía su paso hacia aquel entramado. Había podido entrar en aquella Iglesia. De prácticamente, tres pasos y dos zancadas, se sitúo en el centro, en la cruceta. Faltaban apenas dos minutos para las dos de la madrugada, contaba con poco tiempo. Impaciente, da vueltas en círculo, en el lugar que indicaba la profecía, donde descubriría el misterioso secreto, y que gracias a las enseñanzas de su maestro pudo descifrar.
Un minuto aún de espera le tenía en vilo. Descendían los segundos muy poco a poco, casi de manera exasperante. Cincuenta, cuarenta, treinta… Quince segundos y empiezan a caer pequeñas estrellitas de fuego hacia el suelo. Las indicaciones eran claras: En ese momento debía echar el aceite en aquellas losetas y vería el siguiente paso del enigma, y así lo hizo. Derramar el continente líquido de una pequeña botellita. Mientras tanto, sin que él se diera cuenta y esperando la aparición de aquel algo, una sombra le observa, mientras se va acercando hasta su posición.
Un haz de fuego empezaba a dibujar una silueta. Se acerca para intentar discernir qué era aquello, pero una mano toca su hombro, mientras había atisbado algunas letras que intentaba apuntar. Al darse la vuelta, sabía que el párroco le había descubierto. Lo que no sabía es que el puñal que le atraviesa el corazón, llevaba inscrito la estrella de David y el nombre de Lucifer, engalanado su empuñadura de esmeraldas. Mientras es arrastrado, agoniza, y sólo le queda ver, como su propia sangre rellena los huecos del mensaje oculto. El secreto ocupa su último pensamiento. Y él se lo lleva consigo.

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