Notaba su presencia. Dejaba que la observaran. Le
gustaba trastear, dejarse ver, llevar ropa que señalasen sus curvas.
Quería hacerlos sufrir, que la vieran, que la amaran, más le daba miedo
que la quisieran tocar.
Era doncella hermosa, deseosa de que la acogieran en los brazos. De sentir cosas...
Sabía que la deseaban, por eso se desnudaba en los baños, se enjabonaba despacio, se lucía lo más que podía, pero también había algo que le daba miedo.
Sabía que la deseaban, por eso se desnudaba en los baños, se enjabonaba despacio, se lucía lo más que podía, pero también había algo que le daba miedo.
La habían castigado, la habían hechizado.
Al anochecer, ya no era mujer. Era el más feo de los delirios, la más
horrorosa de las criaturas del infierno. Aquello duraba hasta el
amanecer, quizá, nunca podría superarlo. Al menos, disfrutaba del deseo
de los demás mientras existía la luz del día.
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