viernes, 27 de septiembre de 2013

Delirios (Publicado 13-07-08)

Había caído. Después de tanto tiempo, estaba destrozado, humillado. Era cruel descubrir por primera vez que lo magno no era omnipotente. Quizá, sólo omnipresente, en boca de todos, de reyes, de guerreros, de la gente del pueblo. A lo mejor era esa fama la que ahora le hacía formar un barrizal en medio de la sequía, observando como su alma se esparcía, expándiendose, buscando empapar a las lombrices que comen de la tierra. Hoy les tocaba cambiar el menú.

Magnífico era el puñal que habían utilizado, preciso, raudo y veloz. Agonizante, viéndose su alma, sólo quedaba rezar, suplicar y llorar para que no fuera a las profundidades del averno. Que, al menos, si no fuera al cielo, quedara en la superficie o sólo mojar las raíces de los escasos árboles que le rodeaban.

Magna fue la esperanza hasta cerrarse los ojos. Después, ya no cabrían los recuerdos.

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